Sobre Almost Famous (o Malditos rockeros, arruinaron el rock)

Por los 15 años de Almost Famous, en Pitchfork escribieron un ensayo/columna sobre el acto de regalar música, algo íntimo, emocional y variable conforme las tecnologías han ido cambiando. Tiene buenas reflexiones (su enfoque sobre el arca del personaje de John Cusack en High Fidelity respecto a las mixtapes es brillante), pero siento que es algo injusta con Almost Famous al reducirla a un mero ejercicio de nostalgia dentro de la filmografía de Cameron Crowe.

Probablemente lo hace para servir a su punto, pero me quiero colgar de su (bien logrado) análisis para escribir por qué Almost Famous es una de mis películas favoritas. La razón no es muy larga: habla de la compleja relación entre el fan y la música, y de cómo las comunidades obsecuentes terminar por malograr el mismo movimiento que generaron, por abrazar la comodidad.

La película es más que los setenta y Led Zeppelin y lo que uno quiera entender como testimonio de la experiencia juvenil de Crowe con la banda, que sirvió de base para la cinta. Y también es más que escenas que me hacen llorar siempre o citas que me tatuaría.

PSH y Patrick Fugit en Almost Famous
Philip Seymour Hoffman y Patrick Fugit en Almost Famous

Almost Famous me habla en un nivel muy personal, porque quiere azuzar el oído del fan para que no se entregue, para que sea crítico y que busque lo nuevo (o, en setentero, lo honesto y lo real, lo no-formulaico). Por lo mismo, no adora el «rock purista» ni per sé ni a priori y creo que, al contrario, le teme a esas barreras autoimpuestas de un estilo que está condenado a repetirse si no se reconoce como un collage en continua regeneración.

La resonancia de David Bowie no fue fruto de fórmulas. El impacto de Judas Priest provino de incorporar la cultura gay al metal. Elvis básicamente era un blanco nacido para el country que quería cantar blues, y los Beatles más memorables son los que funcionaban como cóctel de variados estilos de la época. Cuando el rock -un montón de apropiaciones culturales, un baile nacional de todas las naciones- deja de reinventarse, muere.

Es lo que le advierte Lester Bangs (Philip Seymour Hoffman) al chico protagonista de Almost Famous, aspirante a periodista musical: «[Los músicos] quieren que escribas historias gloriosas sobre la genialidad de los rockstars», pero son ellos los que «arruinarán el rock and roll y estrangularán todo lo que amamos de él», si no somos vigilantes. La música provoca pasión, y la mejor forma de asegurarse de la calidad de las próximas dosis es ser críticos, para que lo estimulante nunca deje de serlo por caer en una indulgente y masturbatoria auto-repetición.

La de Almost Famous es una lección importante que sale del rock, se aplica a cualquier estilo musical y en general a toda forma de arte: lo único que diferencia a lo vivo de lo muerto es el movimiento. Y uno nunca quiere que se muera lo que ama.